Dr. Manuel Alejandro Garza León
Fotografías: Rodrigo Martínez Luna
Entre colegas es un espacio íntimo, que ofrece a todos los profesionales de la salud visual, una mirada directa al pensamiento, la personalidad y la consejería (basada en años de ejercicio profesional con actualización constante), de maestros y mentores de la oftalmología. En esta ocasión, tuvimos la oportunidad de tener una charla con la Dra. Lourdes Arellanes García, destacada oftalmóloga especialista en enfermedades inflamatorias oculares, ampliamente reconocida a nivel internacional y pionera, a nivel Latinoamérica, de esta especialidad.
La Dra. Lourdes Arellanes García es egresada de Oftalmología y Segmento Anterior de la Asociación para Evitar la Ceguera en México I.A.P. (APEC), realizó un fellowship en Uveítis y Enfermedades Oculares Externas en la Fundación “Francis I. Proctor” de la Universidad de California en San Francisco, y a su regreso creó y dirigió el servicio de Enfermedades Inflamatorias Oculares (1991-2017) en APEC, donde también fue coordinadora de enseñanza (1993- 1999), jefa del Departamento de Investigación (2009- 2012) y subdirectora (2017- 2023). Es expresidenta de la Sociedad Mexicana de Oftalmología, del Consejo Mexicano de Oftalmología, del Centro Mexicano de Enfermedades Inflamatorias Oculares (además de ser socio fundador) y de la Sociedad Panamericana de Enfermedades Inflamatorias Oculares. En 2010 fue aceptada como miembro de la Academia Nacional de Medicina y fue vocal del Comité Ejecutivo de la International Ocular Inflammation Society. Cuenta con más de 30 años de trayectoria, durante los cuales formó a decenas de generaciones de oftalmólogos, impartió más de 380 conferencias, publicó más de 48 artículos científicos revisados por pares, y fue coautora de múltiples libros.
MAGL: Doctora, en estas entrevistas intentamos dar a conocer la trayectoria de personas que nos inspiran por sus aportaciones a la oftalmología. Obviamente, usted es una de ellas. En lo personal, usted ha sido una guía para mí, una mentora; pero quisiéramos compartirle a la gente que no ha tenido el gusto de conocerla de manera presencial, un poco sobre sus raíces, su manera de trabajar, sus métodos de enseñanza y sus consejos como especialista. Entendiendo que la familia es la base de nuestro carácter, ¿nos podría compartir un poco sobre su familia?
LAG: Mi mamá era maestra de primaria y mi papá era médico. Él estaba enamorado de su profesión. Siempre platicaba de sus casos y de sus pacientes, e incluso pude acompañarlo a algunos de los congresos médicos a los que asistía. Tenía la ilusión de que yo siguiera sus pasos, y aunque en algún momento me incliné por estudiar Ciencias Químicas, al ver su reacción, finalmente me decidí por medicina.
Realmente creo que fue una decisión muy buena. En el primer semestre comencé con Fisiología y me interesó muchísimo, de tal manera que para el segundo semestre ya era instructora de fisiología. Los doctores Rosalinda Guevara Rojas y Ulises Aguilar Baturoni me invitaron a colaborar con ellos como ayudante de investigador en su laboratorio de Neurofisiología, posteriormente fui nombrada ayudante de profesor; de tal manera que los primeros cuatro años de la facultad pasaba gran parte de mi tiempo en el Departamento de Fisiología, y ahí me surgió la idea de hacer una maestría en Fisiología.
Terminando el cuarto año de la carrera, hablé con el doctor Guevara Rojas, que era el decano del departamento, para tener su autorización de comenzar los prerrequisitos durante el año de internado de pregrado. Él me respondió que no: “Tú has estado todo el tiempo ‘metida’ en el laboratorio haciendo investigación básica y no te has expuesto mucho a la clínica. Vete a hacer el internado a un hospital y luego platicamos”. Me fui a hacer el internado en Tijuana, y todavía a mediados del internado, regresé al Departamento de Fisiología para ver si el maestro me daba oportunidad de iniciar los prerrequisitos durante el servicio social; pero me volvió a decir que no: “Primero tienes que saber algo de Investigación Clínica”, dijo.
Fui a hacer investigación clínica al Instituto Nacional de Nutrición, con el doctor Carlos de la Rosa Laris, que fue mi tutor. Durante ese año, él me invitó a ser su ayudante en la cirugía particular. Me gustó tanto la cirugía de gastro, que ya nunca regresé al Departamento de Fisiología. Ahí comencé a pensar más en la cuestión clínica, pero luego tuve un tropiezo… El doctor Ricardo Fiscal, quien posteriormente fue mi esposo, acababa de terminar la residencia de oftalmología en el Hospital General y me invitó al consultorio donde él trabajaba a ver a un paciente. Fue la primera vez que vi un ojo a través de una lámpara de hendidura y me quedé absolutamente sorprendida. Además lo acompañé a una cirugía de catarata y me enamoré de la especialidad, así que me decidí por la Oftalmología.
MAGL: Quizá impulsada por el recuerdo de su primera exposición a cirugía ocular, con una cirugía de catarata, usted se especializó en segmento anterior. ¿Comenzó realizando cirugía intracapsular o ya hacían cirugía con implante de lente intraocular?
LAG: Nada más hacíamos intracapsular. Cuando yo estaba en el tercer año de la residencia, los médicos de base del hospital empezaban a hacer extracción extracapsular de catarata, de tal manera que yo pedí quedarme más tiempo en el hospital para aprender esa técnica e implantar lentes intraoculares. El grupo donde me aceptaron estaba dirigido por el doctor Everardo Barojas Weber, y su adscrita era la doctora Luz María García Garduño.
Durante mi entrenamiento, Lucy y yo nos dimos cuenta de que había bastantes complicaciones de pacientes operados con la nueva técnica, por lo que pedimos a nuestros compañeros que nos enviaran a los pacientes con complicaciones para tratar de encontrar cómo solucionarlas. Dentro de los pacientes que nos enviaron, identificamos a algunos que ni siquiera estaban operados, pero tenían muchas complicaciones oculares, los cuales estaban clasificados como uveítis. Les mostramos los casos a nuestros maestros, pero la respuesta siempre era la misma: “Tiene uveítis, trátenlo con cortisona”. Entonces se nos ocurrió revisar expedientes de pacientes vistos en los últimos seis meses, para ver cuántos tenían diagnóstico de uveítis. Fueron más de treinta casos. Solo uno de ellos tenía un diagnóstico de posible síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada (VKH) y decidimos presentar nuestros resultados en una sesión general.
Al final de la sesión, el maestro Sánchez Bulnes nos preguntó: “¿Cómo podemos solucionar este problema? Investiguen dónde se puede aprender más sobre esta enfermedad”. Algunas semanas después, Lucy y yo nos reunimos con el maestro y le expusimos las 2 mejores opciones: el Massachusetts Eye and Ear Infirmary, en Boston, y la Fundación Francis I. Proctor de la Universidad de California en San Francisco. Debido a que el maestro Sánchez Bulnes conocía a un médico de la Universidad de California, en San Francisco, habló con él para que nos brindara un lugar.
Finalmente, nos ofreció apoyar a una de nosotras, con el compromiso de que al regresar creáramos un servicio para atender a estos pacientes. A pesar de que Lucy era adscrita del hospital y tenía la primera opción, al tener a dos hijos pequeños, me dejó abierta la puerta a esta gran oportunidad.

MAGL: Viendo lo complicado del diagnóstico y tratamiento de las enfermedades inflamatorias oculares, ¿en algún momento quiso regresar a catarata o a segmento anterior?
LAG: Tuve la gran suerte de que, en la fundación Francis I. Proctor, mi tutor fue el Dr. Robert Nozik. Revisábamos a todos los pacientes juntos, me corregía y me hacía revisar otra vez al paciente si algo me había faltado. Cuando recibes ese tipo de entrenamiento tan personalizado, por decirlo de alguna manera, regresas a tu lugar de origen con muchas ganas de hacer lo mismo con los médicos que puedas llegar a entrenar, y de aplicar todo lo que te enseñaron. Entonces, jamás se me ocurrió irme a otra área de la oftalmología.
MAGL: ¿Qué otras cosas aprendió en la fundación Francis I. Proctor que hayan marcado su práctica profesional o su práctica académica?
LAG: Cuando yo hice el entrenamiento en la residencia, no había quién nos orientara en cómo hacer una sesión bibliográfica o cómo leer un artículo. Eso lo aprendí en la Fundación Proctor. La otra cosa que aprendí fue cómo hacer una discusión que realmente brindara aprendizaje, en una sesión de casos clínicos.
MAGL: Regresó a México después de estar en la fundación Francis I. Proctor, y formó la clínica de enfermedades inflamatorias oculares en la APEC. Quiero creer que su formación fue para tener una carrera académica y no una carrera privada, digamos. ¿Qué la motivó a perseguir esta opción académica? ¿Qué valor tiene para usted la carrera académica?
LAG: No fue una decisión como tal, influyeron una serie de circunstancias. Cuando estuve en la fundación vi dos casos de VKH: uno en fase semi aguda y uno en fase crónica. Yo regresé pensando que el VKH era una enfermedad poco frecuente, y al segundo o tercer día de mi llegada al hospital vi mi primer VKH en fase súper aguda. La paciente tenía dos días de haber comenzado. Ahí te das cuenta de que las enfermedades que aprendiste o que has leído en artículos o en libros, no son iguales en todos lados y que tienes que saber cómo se comportan en tu medio. Eso no puedes hacerlo en una práctica privada. No fue una decisión personal, fue una necesidad de mi servicio.
MAGL: ¿Cómo pudo abrirse la puerta para entrar en ese grupo selecto de personalidades que dan los lineamientos del ejercicio clínico?
LAG: Desde que yo estaba ahí, la fundación Francis I. Proctor tenía egresados de inflamación ocular, de córnea y enfermedades externas, con influencia en todo el mundo. Ellos organizan, hasta ahora, una reunión anual donde invitan a egresados a presentar casos clínicos interesantes, a presentar sus bases de investigación básica y donde se dan reconocimientos a los fellows que se gradúan ese año. Ahí, sin darme cuenta, estuve sentada e intercambiando opiniones con el Dr. Ronald E. Smith, quien iba a ser el presidente de la Academia Americana de Oftalmología el siguiente año.
También conocí en esas reuniones al Dr. David BenEzra, quien fue uno de los fundadores de la International Ocular Inflammation Society y que me invitó a participar como miembro internacional en, creo, la segunda reunión de la Sociedad en Japón. Esa fue la llave mágica que me abrió la puerta a muchísimas opciones. Si no hubiera regresado cada año, durante casi quince años, a las reuniones de la Fundación, no hubiera tenido este tipo de oportunidades. Finalmente, en el 2010, tuve el privilegio de recibir un reconocimiento en su reunión anual, donde presenté la conferencia magistral “Richard G. O’Connor” sobre el panorama de las enfermedades inflamatorias oculares en México.
MAGL: Además de ese importante privilegio, usted ha tenido múltiples reconocimientos, ¿cuál es el que usted más valora y cuál considera más importante?
LAG: Evidentemente, el que me hicieron hace un poco más de 2 años en la APEC cuando me jubilé; donde nos reunimos muchos de mis alumnos y amigos de América Latina, para festejar con un evento académico los conocimientos que compartimos en nuestro camino. Fue un enorme orgullo para mí. Marcó un antes y un después.

MAGL: Para usted, ¿quién fue su mentor o mentora?
LAG: Definitivamente la doctora Luz María García Garduño, mi adorada Lucy García. No solamente fue mi maestra, fue mi mejor amiga de toda la vida, me enseñó muchísimas cosas. También, el maestro Don Diego Cuevas Cancino, quien, en un momento muy difícil, me dijo una frase maravillosa: “A la oportunidad la pintan calva. Si no la pescas al vuelo, no se te vuelve a presentar.”
El mismo maestro Guevara Rojas, del que hablé al principio, alguna vez, mientras yo calificaba exámenes departamentales en la oficina de profesores, me dijo: “¿Qué haces Lourdes?” Estoy calificando exámenes departamentales, le respondí. A la media hora o cuarenta minutos volvió a pasar y me dijo: “¿Sigues aquí?” Le expliqué que dos alumnos podían aprobar o reprobar dependiendo de mi decisión. Entonces me respondió: “Repruébalos, no lo pienses más. Así les das una oportunidad más de estudiar y de ser mejores.”
MAGL: Como su exalumno, puedo decir que esa filosofía la aplicó con nosotros, lo que nos permitió aprender muy bien, y se lo agradecemos muchísimo. Es usted una de las ocho mujeres que han sido presidentas de la Sociedad Mexicana de Oftalmología; además, ex presidenta del Consejo Mexicano de Oftalmología fue la primera jefa y fundadora de la Clínica de Enfermedades Inflamatorias de la APEC. Es una de las mujeres líderes y pioneras en el ejercicio directivo y gremial dentro de la medicina, en especial de la oftalmología.
¿Cuál sería su reflexión sobre la equidad de género en los espacios directivos?
LAG: Quién es bueno en lo que hace, debe ser reconocido. Independientemente de su género, raza u otra consideración, debe ser reconocido por lo que es, por su persona, no importa lo demás.

MAGL: Para cerrar con la entrevista, ¿qué recomendaciones les daría a los residentes nuevos para que aprovechen sus años de aprendizaje intensivo durante la residencia?
LAG: Primero, que vean tantos pacientes como les sea posible. A veces nos quejamos, siendo residentes, de que tenemos una carga inmensa de trabajo, y no nos damos cuenta de que cada paciente es una oportunidad de aprendizaje, no solamente de cuestiones médicas, sino también de situaciones humanas. Como alguna vez alguien me dijo: no vemos enfermedades, no vemos pacientes, vemos personas que se enfermaron; entonces, el problema no es solamente físico, sino emocional.
La otra cosa que creo es muy importante recordar o tener presente, es que todos hemos tenido algún caso terriblemente difícil, sin pies ni cabeza. Lo que tenemos que hacer es borrar de nuestra mente cualquier idea preconcebida, empezar desde el principio y armar el caso en una presentación de caso clínico. Una vez que lo tenemos bien diseñado y lo analizamos con la mente abierta, es mucho más fácil aclarar cualquier duda.
MAGL: Finalmente, ¿qué les recomendaría a los jóvenes interesados o interesadas en las enfermedades inflamatorias oculares, y qué nos recomendaría a los lectores en general para ser doctores más completos?
LAG: Primero, que recuerden su parte de médico internista y nunca olviden el “naming and meshing” (nombrar los hallazgos clínicos y parearlos con los posibles diagnósticos diferenciales), es la base para cualquier diagnóstico en nuestra área. Segundo, hay que intentar ir más allá de lo que en primera instancia se nos presenta; hay que buscar respuestas para todas las interrogantes que podemos hacernos. Eso nos hace crecer muchísimo y es algo que no debes perder nunca.